He soñado despierto con la alondra. El pájaro dorado de los cielos. Su figura descendió en forma de luz intermitente sobre el manto de los bosques.
Me precipité a seguir su lánguida señal. Era rápida como un parpadeo de labios y en ocasiones lenta, haciendo tributo al paulatino sosiego de las jóvenes puestas de sol.
Ascendí por la ladera de los sauces ilusorios hasta divisar el estanque recóndito y encapotado.
Ella estaba allí. Era el título de una fuente de hiedras.
Peinaba sus cabellos con tallos de cristal, frágiles y tibios. Nuestras miradas se derritieron al instante, hasta fundirse con nuestros borrosos matices.
Mi alma manejaba entonces mi contorno, con hilos de platino nacidos del celaje aromático.
“¿Has venido a buscarme?”
Se deslizó con suavidad hasta las aguas diáfanas y llamó mi atención con sonrisas sin voz.
El vaivén de las olas opacas me desprendió los ropajes hasta quedar mi silueta desnuda, tatuada con el brillo lunar y resplandeciente.
Cuando nuestros cuerpos impactaron, las flores bailaban ya con los céfiros hasta convertirse en húmedas candelas.
La cortina luminaria nos invadió e hizo cantar al silencio.
(Escrito y creado por Juan Antonio Acedo Díaz)