jueves, 17 de noviembre de 2011

El saxofonista de Nueva York

17 de noviembre de 1966. Es medianoche cuando suena a ritmo estruendoso un teléfono móvil en el apartamento del matrimonio Smith.
-¿Señorita Smith? ¿Señorita Megan Smith? Escúcheme con atención, se lo ruego. El petrolero en el que viajaba su marido ha sufrido un accidente. Una múltiple explosión en cadena que ha desencadenado en una vulgar catástrofe. Lo lamento. ¿Megan...? ¿Oiga? ¿Sigue ahí?...
“Ella no atendía a razones. Ella necesitaba huir. Ella tenía miedo y estaba asustada…”
La vida de Megan Swanson, renombrada nuevamente con su apellido y eliminando de su vida el de su fallecido esposo, intentó forjarse su propio destino. Pero las hebras que usó para coser nuevamente su vida, fueron de nefasta calidad.
Impulsada por el capricho, la testarudez y la necesidad,  inició múltiples historias de amor denigrantes. Se vio inmiscuida en delirios sentimentales, matrimonios traumáticos y violaciones constantes.
“¿Era toda aquella pesadilla fantasmagórica un mal sueño? ¿Acaso aquel era su verdadero designio?”
En diciembre de 1975, a los 40 años de edad, la malograda princesa de la calle, ejercía la prostitución en las frías calles de la ciudad de Nueva York. Su aspecto era lastimoso y pedía a gritos clemencia, pero en medio de aquel inferno hirviendo, ella al menos, se sentía acompañada y de alguna forma, querida.
Desde hace algún tiempo, encontró un testigo en el silencio de la noche. Aunque al principio sintió pavor por culpa de aquel extraño, pronto, aquel enviado de Dios, se convirtió en su ángel de la guarda.
Era un malogrado vagabundo que portaba un saxofón. Tenía las manos deformadas y la cara completamente desfigurada por lo que a simple vista parecían quemaduras. Injustamente, aquel desdichado, inspiraba pena y horror.
“Finalmente, la neblina de un amanecer lluvioso, le trajo las respuestas que tanto ansiaba…”
Un enfermo maníaco intentó matarla y aquel denigrante mendigo sacrificó su vida por salvarla. Cuando Megan se acercó entre sollozos al cuerpo inerte, descubrió que en uno de sus dedos portaba un anillo de rubíes entrelazados. Un anillo gemelo al que ella misma llevaba. La pareja de alianzas de su primer matrimonio. Fue entonces cuando Megan Swanson no necesitó comprender nada más. Aquella alma yaciente era Liam Smith, su verdadero y único amor.
(Escrito y creado por Juan Antonio Acedo Díaz)