miércoles, 17 de julio de 2013

Atardecer púrpura

Un cielo violáceo equivale a un corazón soñador.

¿Pueden las almas terrestres deambular bajo el indómito despertar de sus pasiones?

Puedo hablar con el viento, el agua y los árboles.

Ellos siempre me susurran con el rocío de las mañanas hasta que transportan mi alma.

Los cánticos de las aves imploran mi desafío.

Acompañan los dulces porqués de mis perfumes.

En el cielo se dibujan mis nubes de sol, lluvia y luces.

Las teorías equivalen a la divinidad que jamás nos hará justicia.

Nuestros espíritus no paran de chocar, de volatilizarse y volverse a encontrar.

¿A qué se debe entonces este ferviente resonar?

Al permanente deseo de siempre desear.


(Escrito y creado por Juan Antonio Acedo Díaz)